Negro, blanco... verde




Sintético el paisaje. Esencial. Vestido de piedra, de negro picón. Revestido de sol, retocado por agua. Agotadora la planicie, reino del aire. Esforzada la belleza de los cactus. Generosos los alisios. La corteza intratable. Y la vida, tenaz, se abre paso hasta el asombro. Soledad, quietud y silencio. Ese sosiego que conecta con la oquedad, con el mismísimo centro. Dije que vendría hasta aquí contigo. Aliados los alisios. Mineral, planicie, infierno, viento. Y esa difícil belleza de la piedra cuando es solo piedra. Nadie se despereza. Jardines inventados, maquillados. En la noche, los últimos lagartos se trenzan manteniendo la huella química de la vida. Como avaros vulnerables, los cactus se abren sólo a la oscuridad para evitar perder lo acumulado; arrancando, como los líquenes, el sabor a la roca desnuda. Asombro ante la brusca y azul belleza de la carraca. Dije que vendría hasta aquí.
Febrero de 2007