Los ladrillos del miedo

Creo que todos hablamos de lo mismo con diferentes palabras, de los miedos universales –dejando a un lado alguna que otra paranoia particular-, de esos miedos construidos con los mismos ladrillos y consolidados con la misma argamasa.
Ojalá que cambiando unas palabras, quitando una coma o sustituyendo una fecha, encontréis en este poema el reflejo de algunos de vuestros temores. Será un orgullo.
* La foto es de ANTONA y se titula mis botas. Gracias.
Los ladrillos del miedo
Miedo al teléfono que suena en la tarde del 30 de julio.
Miedo a que lo que fui desprecie aquello en lo que me he convertido.
Miedo a fallar, a defraudar, al dolor, al desamor,
a que el invierno se instale en mis ojos.
Miedo a despertarme y observar que no quiero levantarme,
a que me encierres en tu olvido y corras el cerrojo.
Miedo a que el dolor vuelva, como el borracho, sobre sus propios pasos,
a que la tristeza quiera consolidar una relación conmigo.
Y a la melancolía, tanto miedo...
Miedo a llegar tarde donde tú estabas y hallar sólo la muerte junto al frío,
a que la vida se parezca al insomnio y a que me pese haber nacido.
Miedo a los diez segundos que anteceden a la muerte,
a sospechar y comprobar que, en el fondo, estamos solos realmente.
Miedo a que nunca llegues, a que te vayas, a que te doblegues,
a que yo sea mi peor enemigo y a que los días nazcan muertos.
Miedo a la sinrazón de algunas ideas y a estar sola aunque contigo,
a que de pronto la ración termine sin haberla consumido.
Miedo a que SU futuro no llegue.
Miedo a lo que ni escribir puedo.
Marzo de 2007